Carmen Sallés y Barangueras nace el 9 de abril de 1848, en Vic, España. Sus padres se llamaban José Sallés y Vall y Francisca Barangueras y de Planell. Le dieron una sólida formación cristiana, cuya nota característica fue un amor filial a la Virgen María. Por línea paterna heredó el sentido de la honradez y la responsabilidad en el trabajo, el amor a la justicia, junto a una honda sensibilidad amasada de ternura, cariño y cercanía. Por línea materna heredó un fuerte sentido religioso para ver a Dios en la vida, que cuida de sus criaturas con amor providente. De ella aprendió a buscar siempre la voluntad de Dios, a trascender la vida y a la vez a ser artífice de paz y reconciliación entre los hermanos.
Era la segunda de diez hermanos. Sus primeros años de vida fueron de mucho sacrificio, vida de austeridad y renuncia.Eran tiempos difíciles de revueltas sociales, donde el hambre y los apuros económicos iban a la par. En su familia numerosa vio cómo sus padres se sacrificaban para dar una educación y una cultura a sus hijos. En plena revolución industrial, su padre hubo de buscar un medio de vida, y condujo a la familia a Manresa. Sus padres la llevaron al Colegio de la Compañía de María y allí aprendió oraciones que se quedaron grabadas en su mente y tradiciones que marcaron su vida posterior.
Cuando tenía 6 años se promulgó el Dogma de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre de 1854. Carmeta vivió intensamente este acontecimiento, con toda la población. Un año mariano clave en su vida fue el de 1858. El 11 de febrero se aparece la Virgen en Lourdes a Bernardette y trae la confirmación en sus labios del dogma definido. Este año tuvo lugar la peregrinación familiar a Montserrat y fue también el de su Primera Comunión, momento en el que dijo a Jesús que sería toda para Él. Apuntaba ya la vocación religiosa y en Montserrat dejó a los pies de María esa determinación. Así, ya desde aquellos momentos, su vida quedó consagrada al Señor a través de María.
En una época en que la mujer pasaba de la tutela paterna a la del marido, fue prometida en matrimonio a un joven manresano, lo que supuso para ella la necesidad de luchar para seguir el camino que se había trazado. Logró romper el compromiso en ingresó en el noviciado de las Adoratrices, que se dedicaban a la recuperación de mujeres marginales, por la delincuencia o la prostitución. Su inquietud y su capacidad de razonamiento la llevaron a preguntarse cómo habrían sido aquellas mujeres si la sociedad les hubiese dado otras oportunidades. Decidió entonces dedicar la vida a la formación de la mujer, para que pudiera ocupar en la sociedad el lugar que le correspondía, en cualquier clase social en que se encontrase.
Pasó para ello a una Congregación de Religiosas, dedicadas a la enseñanza y educación de la mujer: las Dominicas de la Anunciata, fundadas por el P. Coll, quien la recibió en el Noviciado. Durante 22 años se dedicó a la educación en diversos lugares, dirigió una escuelita para que los hijos de las mujeres trabajadoras no estuvieran en la calle; en Barcelona dirigió un colegio dedicado a la clase media, y se las ingenió para abrir en él enseñanzas nocturnas para 300 obreras, ayudadas por las alumnas del turno diurno. Se esforzaba por aumentar la cultura femenina y educar a las jóvenes en una piedad honda, bien fundamentada, sin sesiblerías, que se anticipara a la mentalidad más común en su tiempo, de manera que todos pudieran comprender que la mujer debía ir más allá de las primeras letras y las «labores de su sexo».
Entre otros problemas internos se la acusó de querer llenar de vanidad la cabeza de la mujer. El año 1889 Carmen inicia un profundo proceso de búsqueda. Oraba, consultaba y se ponía a la escucha de la voz del Espíritu Santo que la hablaba al corazón y también por las circunstancias que vivía. Los problemas fuertes acontencen a finales de 1891 y primeros meses de 1892. La verdad es que ella nunca quiso salir definitivamente de la Congregación Dominicana, sino desplegar una rama de este mismo árbol. Quiso quedarse en la casa, para seguir impartiendo la enseñanza en ella. Pero se lo negaron, y se vio forzada a iniciar un camino nuevo. Acompañada de tres hermanas -Candelaria Boleda, Remedios Pujol, Emilia Horta- inició una Congregación nueva en la Iglesia, llamada en un primer momento: Concepcionistas de Santo Domingo (hoy: Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza).
En una búsqueda perseverante pero tranquila, porque confía en el Señor más que en sí misma, Carmen hace un viaje a Madrid. Allí la espera la Providencia Divina. La palabra firme y serena de Don Celestino Pazos, perteneciente al Cabildo de Zamora, le ayuda a buscar la voluntad de Dios. Carmen entrega su proyecto a la Virgen del Buen Consejo, situada en la capilla de la Colegiata de San Isidro. Después de orar, dice a sus compañeras: «Es voluntad de Dios. Vamos a Burgos. Allí trabajaremos y lucharemos con lo que se presente».
El 15 de octubre de 1892, festividad de Santa Teresa de Jesús, Carmen llega a Burgos, con las tres compañeras: Candelaria Boleda, Emilia Horta y Remedios Pujals. Allí encuentra un gran protector en la persona del Señor Arzobispo, D. Manuel Gómez-Salazar y Lucio Villegas, quien, el 7 de diciembre del mismo año, otorga la aprobación Diocesana a la naciente Congregación y autoriza la apertura del primer colegio Concepcionista. El 16 de abril de 1893 se obtiene la aprobación Diocesana de las Constituciones y Carmen Sallés recibe el nombramiento de Superiora general. El 29 de febrero de 1908, Carmen Sallés solicita del Santo Padre la aprobación del Instituto. Y el 19 de septiembre del mismo año recibe el Decreto de Alabanza, otorgado por San Pío X.
Mientras haya jóvenes que educar y valores que transmitir, las dificultades no cuentan
Desde el primer momento se dedicó a preparar adecuadamente a las futuras religiosas maestras. En un momento en que las leyes no exigían el título de maestra para enseñar en colegios privados de la Iglesia, puso a las religiosas a estudiar la carrera de Magisterio y la de Piano y las introdujo en el dominio de la lengua francesa. La Universidad iba a tardar todavía unos años en abrir sus puertas a la mujer. Pero ya a dos años de fundado el Instituto, sus alumnas cursaban estudios de Magisterio. Planteó la educación como un proyecto integral y equilibrado. La niña, la joven, debían desarrollar armónicamente su inteligencia y su corazón. Gastó su vida al servicio de la educación de niños y jóvenes. Empleó todas sus energías en fundar hasta 13 «Casas de María Inmaculada», como gustaba llamar a sus Comunidades y Colegios. Estas fueron: Burgos, Segovia, El Escorial, Madrid, Pozoblanco, Almadén, Valdepeñas, Manzanares, Santa Cruz de Mudela, Murchante, Barajas de Melo, Arroyo del Puerco (hoy de la Luz), Santa Cruz de la Zarza.
Seguirá fiel a su vocación religiosa dedicada a la enseñanza. En 19 años de trabajo, fundará 13 casas y desarrollará un amplio apostolado en colegios en diversas ciudades y pueblos de España. Emergerá la figura de una mujer de gran carácter y de gran dulzura, que supo superar muchas dificultades a lo largo de todo el itinerario de fundadora. Su fe inconmovible y su ardiente caridad van unidas a una gran sensibilidad para la formación cristiana de las mujere, en un tiempo donde surgían presiones laicistas y anticlericales. M. Carmen manifiesta también un gran amor por las niñas más pobres: en efecto, en todas sus fundaciones surgen juntamente las iniciativas para favorecer a las niñas más pobres. Los testimonios ofrecen también pruebas sobre la densidad de su vida interior y de la delicadeza de conciencia con respecto a las experiencias dolorosas pasadas: nunca la oirán lamentarse o hablar mal de nadie o justificar sus propias actitudes» (Positio).También inició los pasos previos para llevar su obra a Italia y Brasil.
– Murió en Madrid, a los 63 años, el día 25 de julio de 1911 habiendo gastado y desgastado su vida por Dios y los hermanos.
– El 8 de diciembre de 1954, festividad de la Inmaculada Concepción, y Año Mariano, S.S.Pío II aprobó definitivamente la Congregación, con su nombre actual: Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza.
– El 15 de marzo de 1998, S.S. Juan Pablo II la beatificó, fijando como fecha de su conmemoración litúrgica el 6 de diciembre.
– El día 21 de octubre de 2012, S.S. Benedicto XVI la canonizó.
Madre Carmen continúa su trabajo en la Iglesia por medio de las Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza.
La devoción a Santa Carmen Sallés se va extendiendo de manera providencial por todo el mundo.